Un breve estudio sobre el amor
Cuando hablamos de amor, la gente tiende a pensar en las relaciones románticas, en cajas de bombones rojas con forma de corazón y en paseos por la playa durante los atardeceres de verano. Sin embargo, esto suele representar más el enamoramiento que el amor.
Mientras que el enamoramiento es una serie de reacciones físico-químicas del hombre, el amor es algo mucho más complicado y superior al propio hombre. El hombre necesita del cuerpo para enamorarse, pero para amar necesita hacer también uso de su voluntad e inteligencia, como bien señala el filósofo francés René Descartes en su obra "Las pasiones del alma".
El amor es una de las cuestiones más estudiadas por la filosofía. Siglos y siglos de generaciones de filósofos han buscado dar una definición al amor. Algunos lo califican de subjetivo, interno a la persona que lo siente. Otros lo ven como algo objetivo, externo al sujeto. Unos terceros, sin embargo, lo han calificado de objetivo, pero interno al sujeto.
A lo largo del Cielo de la "Divina Comedia", Dante afirma el amor como causa de todo movimiento. Para Dante el Primer Motor Inmóvil, como lo llamó Santo Tomás de Aquino, es el amor. Por amor se crea el Universo, y por amor nacen las criaturas que en este habitan. Por eso podemos decir que el amor es objetivo.
Sin embargo, siguiendo la misma línea de pensamiento dantesco, nos damos cuenta de que para Dante todo lo que hace el hombre es fruto del amor, incluso pecar. No está en la naturaleza del hombre el mal. El corazón del hombre, por naturaleza, desea el bien y la belleza. Lo que hace al hombre obrar mal pues, es el amar con exceso o con escasez, es decir, el amar del modo equivocado. Así el amor se convierte en algo interno al sujeto.

Entonces, ¿qué es el amor? El problema del amor a la hora de ser definido ya lo vieron los griegos en su momento: aunque el amor sea algo único y común para todo el Universo, el hombre lo vive de distinto modo dependiendo de quién sea el amado.
Sin embargo, en este proceso de separación de los distintos modos de amar, los griegos, como tantas otras civilizaciones, volvieron a confundir de nuevo el amor con el "estar enamorado" o, incluso, con la mera atracción sexual, quitando así importancia y pureza al primero.
El amor verdadero, el amor puro, es aquel que es incondicional y reflexivo, cuyo única finalidad es el bien del amado. Este amor es el que los griegos definieron como agape, y que más tarde relacionaron también con el amor hacia la verdad y la humanidad.
Este amor compasivo, altruista y empático fue el que posteriormente se relacionó con la caridad cristiana y, por consiguiente, el agape se desprendió completamente del deseo sexual y romántico.
No obstante, el agape no excluye necesariamente estos deseos. Estos deseos se unen o desunen en perfecta armonía del agape dependiendo de la relación que tengan los amados. De esta manera, podemos diferenciar a grandes rasgos tres tipos de amor: el amor de benevolencia, el amor de amistad, y el amor esponsal.
El amor de benevolencia es un amor que se reduce a querer el bien del otro. Es la relación que se establece entre aquellos que no nos son próximos y no exige de una reciprocidad, tan solo respeto. Es un amor que trabaja en distintos niveles, pues es el mismo que nos impulsa tanto a ayudar a un niño desconocido cuando se cae, como a ayudar a un escarabajo que está dado la vuelta.
El amor de amistad exige una reciprocidad, así como convivencia, tiempo y dedicación. Los amigos son aquellos que comparten las cosas del alma: los deseos, las aficiones, las penas... es por ello que Aristóteles definía la amistad como "un alma que habita dos cuerpos".
Por último, el amor esponsal, es el afirmar al otro a nivel espiritual e incondicionalmente, más allá del espacio y del tiempo. Siguiendo las líneas aristotélicas, se podría definir como un alma en un solo cuerpo, la convergencia de dos "yos" a uno solo. Por ello la separación de los esposos implica la ruptura de tu modo de estar constituido como persona. En la unión esponsal, la unión más fuerte la conforman las almas, mientras que los cuerpos suponen una separación. Sin embargo, en el acto conyugal esta separación desaparece. Es por ello que es un acto sagrado. Durante el acto conyugal, la unión de los esposos es tan fuerte que puede crear vida, y por ello cualquier mirada ajena a la de los esposos mancilla esta unión. Este tipo de amor es, además, el que muchas religiones antiguas, como el cristianismo y el judaísmo, unen al amor de Dios y la humanidad.
Si bien los hombres somos finitos en el espacio y el tiempo, podemos llegar a la inmortalidad por el amor, pues el amor verdadero es eterno, y es lo único capaz de situarse por encima del tiempo y del espacio, ya que cuando yo de verdad amo a alguien me sitúo en un presente permanente. Y es en este presente permanente en el que el alma existe después de la muerte.