Señor del mundo: el Apocalipsis es ahora

02/07/2022
  • Temática: una narración ficticia sobre el reinado del Anticristo y el Apocalipsis
  • Te gustará si: te atrae la literatura distópica/apocalíptica o la ficción futurista
  • Cuándo leerlo: cuando te invada la desesperanza, y si estás optimista, pues también

Ten cuidado. Ten mucho cuidado, estimado lector. Si buscas un mero pasatiempo para evadirte de la tediosa rutina, este no es tu libro. Si tienes la intención de encontrar una lectura breve, fácil y simplemente divertida, lo siento, pero esto no tiene nada que ver. Si eres, en fin, una de esas personas que se considera incapaz de disfrutar un libro si hace pensar algo más de lo normal, quizá no te convenga del todo este artículo. Señor del mundo (escrita por Robert Hugh Benson y publicada originalmente como "Lord of the world" en 1907) es una novela épica, apta sólo para lectores audaces. Audaces, sí, como el mismo autor de la obra, un personaje con una biografía ciertamente interesante.

Robert Hugh Benson (1871-1914) era el hijo más joven de Edward White Benson, arzobispo de Canterbury y primado de la Iglesia de Inglaterra. Pastor anglicano desde los 24 años, tras la repentina muerte de su padre emprendió un viaje a Tierra Santa y experimentó una profunda crisis de fe. Allí comenzó a plantearse su conversión al catolicismo, que tuvo la valentía de llevar a cabo en 1903, causando un gran revuelo en la sociedad inglesa y sufriendo el desprecio y la marginación por parte de muchos amigos y conocidos. Un tiempo después de su ordenación sacerdotal llegó a ser camarlengo (chambelán) del papa Pío X y fue nombrado monseñor. Murió prematuramente en Salford, con 43 años de edad, tras una prolífica labor como reconocido conferenciante y escritor de ensayos, novelas y obras de teatro.

Su obra más conocida es, sin embargo, una novela injustamente menospreciada en la literatura universal. Señor del mundo es una de las primeras distopías modernas de la narrativa de ficción, escrita muchos años antes que Nosotros (Yevgueni Zamiatin), 1984 (George Orwell) o Un mundo feliz (Aldous Huxley), tres títulos que sin duda reconocerás al instante, estimado lector, o que - por lo menos - recordarás haber escuchado en alguna ocasión. Y es que cuando uno termina de leer Señor del mundo no puede evitar pensar lo siguiente: en primer lugar, que a primera vista resulta incomprensible el hecho de que una novela así, pionera en su género, no se haya extendido tanto ni sea tan conocida como, por ejemplo, las otras tres que acabo de mencionar, o incluso más. En segundo lugar, no obstante (y si se ha hecho el esfuerzo de leer como Dios manda), uno enseguida entiende que hayan hecho todo lo posible por sepultar el nombre de esta novela en la memoria colectiva y desterrar su existencia al olvido. ¿Y por qué? La respuesta no puede ser más sencilla: porque contiene la verdad, y la verdad en nuestro mundo estorba.

Así, el escritor y profesor británico Joseph Pearce afirmó en un ensayo en el año 2005 (Literary Giants, Literary Catholics) que, mientras que las novelas de Orwell y Huxley constituyen dos obras maestras de una calidad literaria indudable, estas son notoriamente inferiores a la novela de Benson en cuanto a su carácter profético. Esto ocurre, explicaba, porque los hechos que inspiraron a los dos primeros autores ya son cosa del pasado y, por contra, las profecías dispuestas en Señor del mundo se están haciendo realidad "ante nuestros propios ojos". De hecho, la novela de monseñor Benson tiene mucho más que aportar, puesto que añade al juego político e ideológico un factor mucho más trascendente: el religioso. De esta manera, podríamos decir que el autor lanza una advertencia - o realiza una denuncia - con respecto a los peligros del relativismo y el materialismo: exhibe el horror de un mundo sin Dios.

En este sentido, el papa Francisco - quien ha recomendado reiteradamente su lectura en numerosas ocasiones - declaró en una homilía en noviembre de 2013 que esta novela muestra directamente, con franqueza y sin disimulo "el espíritu de la mundanidad que nos lleva a la apostasía". Por su parte, el papa Benedicto XVI - cuando aún era el cardenal Joseph Ratzinger (año 1992) - explicó en una ponencia en la Università Cattolica del Sacro Cuore en Milán que la novela presenta la sociedad que paulatinamente está surgiendo en nuestros días: un mundo tecnológicamente aventajado, globalizado, y unificado bajo el poder del Anticristo, quien se presenta como paladín de la paz y la solidaridad entre las naciones para instaurar un "nuevo orden mundial". Una sociedad basada en un progresismo laicista que, en nombre de la tolerancia, prohíbe la religión por considerarla "intolerante", y que, prometiendo la felicidad suprema, condena al alma humana al vacío existencial poniendo al hombre en el lugar de Dios. Una paradoja que resulta ciertamente familiar, ¿verdad?

Es realmente extraordinario cómo Benson, hace ya más de un siglo, anticipó la realidad que nos ha tocado vivir - con sus matices, por supuesto; no olvidemos que estamos hablando de una novela distópica -, describiendo el enfrentamiento entre el catolicismo y el humanitarismo nihilista. Es que incluso tal como se señala al comienzo de la propia narración, los hechos descritos en la obra transcurren en los inicios del siglo XXI. Está claro, monseñor Benson era lo que podríamos llamar un visionario, con una impresionante capacidad de análisis y una loable habilidad para plasmar reflexiones profundísimas a través de la ficción. Y lo mejor de todo - a pesar de lo que pueda parecer por mi torpeza e inexperiencia para realizar reseñas - es que la novela no es, ni mucho menos, tediosa en ningún sentido. ¡Todo lo contrario!

Señor del mundo es un libro de lectura muy sencilla, de una extensión justa, con capítulos cortos y entretenidos de principio a fin, sin secuencias superfluas o escenas innecesarias. Asesinatos, conspiraciones políticas, persecuciones, correspondencia secreta, amores y desamores (Benson lleva a cabo un prodigioso tratamiento psicológico de la mujer), acciones bélicas y un excéntrico y oscuro personaje de procedencia desconocida... Es un cóctel perfecto, con aspectos propios de novela policíaca y de ensayo político, de literatura de misterio y de tratado religioso. Además, la tensión se desliza maravillosamente página tras página, de manera que tal como he señalado en las primeras líneas, el lector que sea lo suficientemente audaz y se haga con este libro - aunque, como en muchas otras novelas, la acción es más lenta al principio - ya no lo podrá soltar. De hecho, creo que si la obra se adaptara en forma de serie cinematográfica, bajo una adecuada dirección, podría tener un éxito considerable entre creyentes y no creyentes. En definitiva, Señor del mundo es una novela de lectura obligatoria para todo aquel a quien le genere una mínima inquietud esta nave a la deriva que es la sociedad actual.

Porque, al final, todo se resume en lo de siempre: la épica batalla de las fuerzas del Bien contra las fuerzas del Mal, que existe realmente y se desarrolla todos los días ante nuestros ojos indiferentes y nuestras manos inmóviles. A lo largo de la historia, son muchos los individuos y las sociedades que han cometido el peor de los errores, que conduce inevitablemente al mayor de los horrores: hay quienes, con la soberbia propia del hombre "señor del mundo", han pretendido hacer de nuestra vida un Paraíso en la tierra, produciendo como consecuencia un auténtico infierno. No hay mayor atropello contra la libertad que aquel que proviene de quienes prometen una feliz utopía (sin preocupaciones, ni dolor, ni enfermedades, y por supuesto, sin fin), empleando para ello medios perversos. Y, con todo, aún no hemos aprendido la lección.

El ser humano hoy se piensa más libre que nunca, ignorando que jamás ha sufrido una esclavitud semejante. Rodeado de lujos y comodidades, teniéndolo prácticamente todo a su alcance, cree dominar incluso la misma muerte. Y cuando su poder y su aparente seguridad se ven sacudidos por los designios divinos, estalla de espanto y su orgullo se multiplica; tan capaz se cree de evitar el aterrador fin de su existencia...

Lo hemos visto recientemente, por ejemplo, con el surgimiento de una pandemia global y la obsesión de ciertos sectores por encontrar e imponer a toda prisa una solución milagrosa para impedir - supuestamente - la muerte de millones de individuos y la propia (sobre todo la propia). Es la locura que produce el pavor de los hombres que se consideran dioses ante una situación que les demuestra que no son más que criaturas miserables. Una locura que, de hecho, ya están denunciando algunos valientes a través de los medios de los que pueden disponer, sorteando la censura y padeciendo la marginación y el rechazo - igual que monseñor Benson en su caso - por defender la verdad. Después de todo, en un lado están los que temen el fin del mundo y tiemblan ante la muerte, y en otro se encuentran (nos encontramos, espero) los que temen que se olvide el fin para el que está hecho el mundo y temen a la muerte, sí, pero a la muerte del alma. 

Recientemente, en algún sitio leí que "el miedo no impide la muerte, impide la vida", y es absolutamente cierto. También oí decir a alguien, hace ya unos meses, que el Mal se caracteriza por un hedor, un tufo muy particular. Pues ojalá, ojalá sepamos vencer el miedo del hombre moderno, y ojalá sepamos detectar con eficacia ese "tufillo" que desprende el Mal y combatirlo de frente, sin vacilar, para dejar de navegar a la deriva y encontrar el rumbo adecuado que nos lleve a tierra firme. El momento oportuno es ahora.

SANTIAGO MÉNDEZ-MONASTERIO SILVELA