La era de las armas ideológicas

19.07.2020

"All of us need an identity which unites us with our neighbours, our countrymen, those people who are subject to the same rules and the same laws as us, those people with whom we might one day have to fight side by side to protect our inheritance, those people with whom we will suffer when attacked, those people whose destinies are tied up with our own." [1]

Roger Scruton

***

El concepto

Decía Scruton (cita inicial) que todo individuo tiene la necesidad de una identidad común, una identidad social. En relación con esto, en los últimos tiempos ha sido considerable la proliferación de ideologías cuyo objetivo es generar un cambio en la sociedad; pero no hablamos de un cambio cualquiera, sino de una alteración social profunda e intensa. Así, estas ideologías recientes buscan construir o modificar la sociedad a partir de una novedosa identidad común, basada en unos nuevos valores y una nueva ética. Partiendo de que esta es una premisa válida - pues no hay nada de malo en buscar un cambio social - bien es cierto que las formas o los caminos para alcanzar ese cambio se han visto últimamente caracterizados por el uso de determinados eventos o actos improcedentes. El modus operandi suele ser muy similar en todos los casos: se parte de un acto que se considera injusto y se busca utilizarlo para introducir ideas, movimientos o proclamas pertenecientes a una ideología concreta. Es decir, primero se lleva a cabo la generalización de un acto concreto y a partir de esto se construye un movimiento social.

Este fenómeno ha sido descrito con términos muy variados, pero creo que el más acertado para su definición es el de arma ideológica. Estos movimientos basan su remedio para las injusticias sociales en la imposición de una ideología concreta; proponen una solución notablemente más amplia a una cuestión precisa. Para ejemplificarlo me viene a la cabeza aquella famosa historia que contaba el expresidente Felipe González sobre el niño de la montaña que necesitaba una diálisis. Decía que si no existía un sistema de seguridad social universal para toda la población, ¿cómo iba entonces a pagarse la diálisis el niño que vivía en las montañas de Despeñaperros? Aquí vemos, por tanto, cómo se introduce una solución general ante un problema muy concreto y específico.

El camino que sigue hoy el panorama sociopolítico ha generado una expansión notable del uso de estos instrumentos. Esto ha provocado que la imposición ideológica de una serie de principios determinada sea mucho más sencilla. En consecuencia, si sucede un hecho que la colectividad social considera inaceptable y, seguidamente, la adopción de un nuevo conjunto de valores se plantea como la única solución posible, la sociedad acaba por aceptar ese sistema diferente. Y este sistema no solo "solventa" un problema (en muchas ocasiones ni siquiera lo consigue), sino que introduce un nuevo modelo de sociedad. No obstante, la implantación de estas "soluciones" tan drásticas y generales uniformiza una sociedad que deviene, por consiguiente, irracional y emotiva. Se entra así, además, en una espiral viciosa donde se niega la libertad de disidir y donde las ideologías impuestas pueden echar raíces sin temor ni competencia. Y el resultado final es la construcción de un pensamiento único y la ausencia total de crítica o razón. 

El mejor ejemplo de arma ideológica: el racismo

En el presente análisis quiero centrarme especialmente en un fenómeno que ha sido, sin duda, de los más empleados por estos movimientos ideológicos en los últimos meses. Hablo del racismo. 

Ciertamente, uno de los movimientos de más reciente actualidad es el ya famoso #BlackLivesMatter. Recordemos ahora el modus operandi de los aficionados al uso de armas ideológicas que hemos explicado en la introducción. En primer lugar, se produce un acto o suceso que se considera globalmente injusto: en este caso, el asesinato de George Floyd a manos de un policía norteamericano. Ante este hecho en particular, debe plantearse una solución general para todos los problemas similares.

Esta solución, en principio, debería pretender el fin de los asesinatos por motivos racistas. Sin embargo, la solución planteada abarca mucho más. De acuerdo con los teóricos de este #BlackLivesMatter o estos modernos movimientos antirracismo, el remedio definitivo debe ser "estructural". Así, ellos entienden que los asesinatos racistas se producen porque existe una determinada "estructura social" en la que los individuos de raza negra salen perjudicados en comparación con las personas de raza blanca. Este supuesto orden social, además, es mantenido por elementos muy concretos: las fuerzas de seguridad del Estado, el ejército, ciertas empresas o - yendo más allá - la Casa Blanca, representada por un Presidente como Donald Trump. Por otra parte, conviene señalar que el crimen se ha producido en EE.UU, aunque las protestas se suceden en todo el mundo, incluso en algunos lugares donde los índices de racismo son especialmente bajos. Un ejemplo es España, situado en todos los índices como uno de los estados más tolerantes. Expertos como Gonzalo Herranz, investigador especializado en xenofobia y multiculturalismo de la Universidad de Málaga, señalan que en ningún caso los eslóganes y argumentos antirracistas de EE.UU podrían emplearse en España, dado que la situación americana no es comparable a la de nuestro país.

No pretendo decir - ni mucho menos - que esta solución no sea válida. Quiero hacer ver que su objetivo real no es solo acabar con el racismo, sino con todos los diversos elementos que soportan ese determinado orden social. Es decir, que se aprovecha una injusticia específica para introducir un nuevo modelo social que la solucione; he aquí el arma ideológica. Un ejemplo más práctico y comprensible: durante el último período de gobierno demócrata en EE.UU (Presidente Obama) también se dieron manifestaciones de este tipo pero, curiosamente, nunca se apuntó a Washington como responsable directo. Por el contrario, desde la llegada de Trump al poder el foco de la opinión pública ha girado directamente hacia su persona para implicarle como uno de los principales causantes del problema. Se observa, por tanto, un objetivo ideológico ajeno al de solucionar el racismo.

Sin embargo, el racismo no es único en este sentido. En los últimos años, otros fenómenos como el feminismo o la inmigración han sido empleados también como armas ideológicas. Desde numerosos sectores de las sociedades occidentales se ha pretendido acabar con una supuesta "estructura social heteropatriarcal" que impide el desarrollo profesional de las mujeres, o con el cierre de fronteras. No pretendo realizar otro análisis exhaustivo de estos movimientos, ya que el artículo sería interminable, pero de nuevo encontramos lo mismo: se buscan injusticias como excusas para introducir armas ideológicas que constituyan nuevos modelos sociales.

Conclusión

En conclusión, y con el fin de evitar consecuencias indeseadas, es preciso que se reflexione profundamente y se actúe cuidadosamente cuando surgen este tipo de movimientos sociales. Como hemos visto, si no comprendemos correctamente qué es lo que se quiere conseguir con la difusión de una determinada corriente o doctrina podemos caer en el error de creer que el único objetivo es solucionar una injusticia, mientras que el cambio planteado podría tener una afectación mucho mayor. Al disponer de un conocimiento mayor, disponemos también de una libertad mayor para formar nuestra propia opinión y cimentarla. Si no conocemos, será más fácil que aumente el uso de las armas ideológicas, y con ello, la aparición de nuevos modelos sociales a los que nadie aspira.

*CITAS

[1] https://citas.in/autores/roger-scruton/?page=2

[2] Brunat. D. España no es Mineápolis: por qué corear aquí los eslóganes de EEUU tiene poco sentido. El Confidencial (06/06/2020).

Obtenido de https://www.elconfidencial.com/espana/

RAFAEL MUÑOZ-MURILLO COTO