Érase una vez...

18.07.2020

Un relato de Beatriz Escamilla Méndez

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Espejito, espejito... ¿qué estrella es la más fugaz? Dime qué queda de esas historias que tanto me gustó escuchar. Han caído ya todos los reinos; solo queda un castillo: en mis sueños. Porque no hay cabida en este mundo para la imaginación, porque hace tiempo que los ojos dejaron de contarnos cuentos. Hace tiempo que las nubes de mi mente ensombrecieron la vista hacia el torreón en el que una vez un vigía protegió a su princesa. Mientras, los soldados luchan por sostenerlo sin que se convierta en una ruina como las de su alrededor; las ruinas del reino que una vez brilló por su esplendor.

En la calle la prisa es brújula de los que por ahí caminan buscando un norte en medio de un infinito sur. Elegantes trajes y corbatas que cortan la respiración, que mataron al niño que una vez fueron. Todo es como siempre, y a la vez, nada es igual que ayer.

Yo también tuve que cambiar para sobrevivir. Y las golondrinas volaron del nido para no regresar. Batieron las alas las mariposas a las que una vez perseguí, dejando tan solo el recuerdo tras de sí. Mi dedo fue a parar al huso, duermo desde entonces sin la esperanza de un final feliz. Que hacen falta más de cien años y un beso para sanar las heridas y abrir los ojos de nuevo.

Tras múltiples derrotas aprendí; hoy muros de espinas protegen mi marchito corazón. Dejé la corona en aquel abandonado castillo donde se paró el tiempo, y ya olvidé esa noche en la que bailé hasta dar las doce. Mientras, el polvo esconde lo que una vez fue mi refugio, que quedó olvidado bajo una espesa niebla.

Agoté mis tres deseos y es hora de volver a un sitio donde los dragones no tienen escamas, solo sonrisas falsas. Qué más da si lo único que quiero es huir de un mundo tan maravillosamente cruel. Que morder esa manzana tan apetitosa resultó un terrible error, que el amor verdadero era tan solo otro cuento.

La canción tan antigua como el tiempo terminó hace mucho, el piano no ha vuelto a sonar. Le di mi mano al lobo feroz, me quité aquella capa roja. Murió ese «érase una vez...» y yo con él. Naufragó aquel barco cargado de sueños y promesas de un mundo ideal...

No soy más que una soñadora en el mundo equivocado, como aquel cisne que cada atardecer volvía a ser mujer. Igualmente, yo al caer la noche regreso por última vez al país de los cuentos que olvidé, a la espera de un caballero de brillante armadura, de mi propio príncipe azul. Mientras, al amanecer vuelvo a enfrentarme sola al dragón que acecha mi torre.

Los hechizos no duran para siempre, y la magia del mío terminó hace bastante. Que para acabar no diré mucho más.

Espejito, espejito... ¿No lo ves? Estoy tan rota como este zapato de cristal.