El Cid: héroe del pueblo

03/31/2020

En el cantar de Mio Cid tiene lugar un diálogo entre la obra y el pueblo castellano. ¿Quién moldea a quién? Pese a que parte de una verdad histórica y probablemente fuera escuchado en las plazas como si en su totalidad así fuera, se entiende que en muchas ocasiones el autor hace uso de la exageración y la mitificación. De este distanciamiento con la realidad surge un héroe: Ruy Díaz mio Cid, que es engendrado por el pueblo y al mismo tiempo le sirve de alimento. Aquí nace la paradoja.

La figura del Cid nos permite conocer parcialmente aquella sociedad, en la medida en que se debía adecuar a la mentalidad de su época. Y al mismo tiempo, por el hecho de que fuera considerado un héroe y modelo, nos enseña cuáles eran los ideales a los que aspiraban esas personas, qué hazañas les inspiraba y qué modo de vida trataban de imitar. Esta doble vertiente llena de riqueza a la obra.

A lo largo del Cantar Primero, identificamos dos personajes dentro del propio Cid. El primero es el batallador, el estratega que realiza emboscadas y derrota a los moros en Alcocer o al Conde de Barcelona (Ramón Berenguer). Este rostro del Cid es fuente de orgullo para el castellano, que ve cómo su reino ha visto nacer a un grandioso batallador. Por el contrario, está la otra cara, la del héroe que se humaniza, que llora a la llegada de su amigo Minaya, que se preocupa por su familia y es compasivo con los moros. Es el héroe que se muestra débil, humano, que hiere a sus enemigos pero no les mata, que es leal y virtuoso.

Esta personalidad deja ver a la sociedad que hay detrás. Sigue una moral claramente cristiana, con una visión paternalista de Dios: Aquel al que se acude cuando se está en peligro, pero también al que se debe rendir cuentas de todos nuestros actos. Un Dios que ayuda e infunde temor. También trasluce una mentalidad guerrera, lógica en el contexto. Esta idea de la guerra - cristiana o no - se encuentra justificada y no es incompatible con la piedad y la caridad para el Campeador.

Retomando la idea del héroe débil, hay varios acontecimientos en los que el Cid reconoce su dependencia a un amigo, a su familia, a Dios. El prototipo de superhombre sería el de aquel que se vale por sí mismo, que alcanza cuanto desea y desea su propio bien, y son muchas las acciones del Cid que le alejan de esta figura. Sorprende el diálogo con Minaya Albar Fáñez, cuando vuelve de Castilla tras un largo tiempo, con más caballeros y con el beneplácito del rey Alfonso:

Quando vido mio Cid asomar a Minaya

el caballo corriendo, valo abracar sin falla,

bésole la boca e los ojos de la cara.

Todo gelo dice, que nol' encubre nada.

El campeador fermoso sonrrisava:

"Grado a Dios e a las vertudes santas;

mientras vos visquiéredes, bien me irá a mí, Minaya!" [1]

No solo se muestra exaltado ante la llegada de Minaya, sino que reconoce que todo cuanto haga irá bien mientras él esté sano y salvo a su lado. Se presenta dependiente a sus compañeros de batalla.

El modelo que se crea alimenta un cierto nacionalismo que es recibido con agrado por la gente en las plazas, pero no se queda allí. Este héroe se rebaja al nivel del pueblo, se reconoce pequeño. La creación de este personaje no parece que nazca por y para una élite; sino, como dice Menéndez Pidal, surge de Castilla, de lo que aspira a ser la gente, de su mentalidad respecto a Dios y a la guerra. Y eso que crea el pueblo es, a su vez, el ejemplo que tratan de imitar.


*CITAS

[1] Cuando el Cid divisó a Minaya, aguijó el caballo y fue a abrazarlo, besándole la boca y los ojos. El otro le cuenta al instante lo sucedido sin ocultarle nada, y el Campeador, sonriendo alegremente, le dice:

-¡Gracias a Dios y a todos sus santos! Mientras cuente con vos, Minaya, todo me ha de salir bien en la vida.

  • Menéndez Pidal, Ramón (prosificación moderna: Reyes, Alfonso), Cantar de Mio Cid, Austral poesía, 35a edición, Barcelona, 2010. Pág. 166, vv. 919-925.

ANTONIO FRAGUA DOLS