Reseña: "El cielo sobre Berlín"

10/17/2019

Crítica de Die himmel über Berlin ("El cielo sobre Berlín"), y una breve reflexión sobre el género romántico

Seguramente el tema del amor sea uno de los más frecuentes en el cine. El género romántico está bien consolidado dentro de este arte y para cualquier espectador es fácilmente reconocible en una película: una persona conoce a otra, y trata de "conquistarla", y/o ya unidas esas dos personas, recorren un camino de altibajos hasta llegar a un desenlace normalmente feliz. Son de lágrima fácil y siempre son una buena píldora para momentos de bajón. Pero nada más. A poco que reflexionemos, descubrimos que difícilmente las podemos ligar con la realidad del día a día. Pongamos un ejemplo: los besos. Son un momento indispensable en cualquier película romántica, pero se encuentran alejadísimos de los que tienen lugar en nuestras vidas. Si con una cámara me grabasen dando yo un beso a otra persona (Dios quiera que no ocurra), y se lo enseñasen a un tercero, éste solo se haría una vaga idea de lo que ha ocurrido ahí. Pues en verdad, en ese momento tan único, dos personas han entrelazado su ser, con sus respectivas historias, cicatrices, fortalezas, miedos,... pero todo eso es invisible a la cámara. El mismo abismo que hay entre el beso filmado y el real, lo hay entre la película y la realidad.

Hay muchos directores que parecen haber tomado conciencia de este problema, y mediante un despliegue de creatividad, talento y dominio de la técnica, han logrado acercar la imagen a la vida que palpamos continuamente. Eso ha conseguido Wim Wenders en su película "Die Himmel Über Berlin" (1987).

Puedo decir que esta película trata de dos ángeles que sobrevuelan Berlín ayudando, o al menos confortando, espiritualmente a la gente, y es así, ese es el argumento; pero no tendríais una idea ni siquiera aproximada de lo que trata la película. En este largometraje se habla, antes de nada, del ser humano: un torrente de ideas, experiencias y recuerdos que, junto al alma, lo conforman. Presenta al hombre y a la mujer como seres, en cierto modo, incompletos, inquietos, siempre necesitados, que toman decisiones en un continuo buscar, que se ven afectados por las baches del día a día,... Esta mujer y este hombre adultos se encuentran siempre en contraposición con la bella descripción que hace del niño: 

"Cuando el niño era un niño, él andaba balanceando los brazos. Quería que la corriente fuera un río, el río un torrente, y este charco el mar. Cuando el niño era un niño, él no sabía que era un niño. Todo se encontraba lleno de vida, y toda la vida era una. Cuando el niño era un niño, él no tenía opinión alguna, ni hábitos. Se solía sentar con las piernas cruzadas, levantarse y correr, tenía remolinos en el pelo, y no ponía caras cuando le hacían fotos"

Este monólogo interno resuenan en nuestras cabezas durante las dos horas de película. Entendemos que esta descripción que hace de los niños es el estado ideal al que piensa Wim Wenders que aspiramos. También pensaba así, por cierto, Antoine de Saint-Exupéry. Habiéndose formado ya en nuestras cabezas una idea bastante nítida de lo que somos, comienza la historia de amor. La unión de esas dos personas que lograrán, de esa forma, la plenitud. Nada menos.

En comparación con las películas románticas, ésta omite por completo el proceso de "conquista", pues si quieres hablar de amor, eso en verdad tiene muy poca importancia. Además el beso es un beso en toda regla: nada de superficialidades, esteticismos, imágenes cursis, ni finales épicos, no. En el beso se unen esas dos personas incompletas, inquietas, necesitadas.

No se podría dejar de hablar del paso del ángel a hombre que tiene lugar en la historia, donde se nos muestra qué es estar en contacto con la realidad. Pero eso y mucho mucho más se lo dejo al lector, que si se atreve, y pone esfuerzo y paciencia -fundamentales en el Cine con mayúsculas-, verá una película desbordante de vida. Gracias al despliegue de talento, creatividad y dominio de la técnica de Wim Wenders.

ANTONIO FRAGUA DOLS