Corbacho y Cárcel de amor, ¿misoginia e idealización de la mujer?
ANTONIO FRAGUA DOLS
Universidad Complutense de Madrid: Facultad de Filología
-- Literatura del S. XV --
Curso 2020-21 / Segunda práctica para la Evaluación Interna
Si algo eleva las creaciones de Diego de San Pedro y Alfonso Martínez de Toledo es el idealismo; uno hacia lo bajo y otro hacia lo alto, el primero en tono suave y el segundo, desmedido. Pero por lo mismo que aciertan, pecan. Se elevan por la claridad de sus visiones, por la nitidez con la que descubren las tendencias del hombre, su necesidad, pero yerran, pues este idealismo es excluyente; en sus palabras no cabe la elevación también del contrario, más bien se ningunea o se desprecia.
Este trabajo tiene como fin analizar el fondo que recorre las obras Cárcel de amor y el Corbacho: en principio, la idealización de la mujer y la misoginia. Estudiaremos en qué medida podemos aplicar estos conceptos a las obras y, a partir de ello, sopesar otros para describirlas fielmente. Además, en la medida en que estos cimientos son representativos -parcialmente- de la mentalidad de la época, interpretaremos su razón de ser.
1. ¿MISOGINIA?
El arcipreste de Talavera, Alfonso Martínez de Toledo, es autor de la obra que posteriormente recibió el nombre de Corbacho, un conjunto de cuatro partes en las que reprueba el amor desordenado; abarcando los vicios de las mujeres, las formas de ser de los hombres y otros asuntos relacionados con esta finalidad. Enmarcado todo en un esquema religioso y existencial muy definido, representado por el "homo viator".
Juzgar esta obra de misógina requiere varias aclaraciones. ¿Qué es la misoginia? ¿En qué medida podemos juzgar a una obra como esencialmente misógina? Entendemos por misoginia la actitud por la cual se cree que el hombre en sí -como idea abstracta de un conjunto de seres humanos diferenciado de otro por su sexo- se encuentra por encima de la mujer en un plano moral, en la disposición a hacer el bien -en el caso de este libro. Con esto, una obra puede ser calificada como esencialmente misógina si su intención creadora y su vehículo para desarrollar el contenido es tal. Además, suponiendo que su fin y motor fueran anti femeninos, sería de esperar un carácter dialectal, pues el autor estaría tratando una cuestión antropológica.
Teniendo en cuenta esto, resulta precipitado hablar de la misoginia como elemento medular en la obra. Por un lado, la intención de fondo de ésta es desprestigiar el amor cortés, pero no argumentar a favor de un sexo. Por otro, en el caso de que realmente el motor de la obra fuera anti femenino, encontraríamos en el texto un cuerpo argumental más o menos sólido, pero argumental en definitiva, sobre este punto. Cierto es que el Corbacho tiene un carácter dialectal, pero nótese que lo pierde al abordar las diferencias entre sexos. Sentencias incómodas sobre la maldad incomparable entre las mujeres y los hombres se entremezclan con afirmaciones como: los viçios de las criminosas bueno es redarguir porque oyéndolo se abstengan de mal usar, que non es menos en los perversos ombres [1]. Luego en otro capítulo afirma categóricamente que la mujer ser sobervia, común regla es dello [2], para en uno más adelante recordar que esto [las tachas de las mujeres] es de la mala o malas; que es dicho que las buenas non han par ni que dezir mal dellas; antes como espejo son puestas a los que miran [3].
Observamos que esta presunta desigualdad de fondo entre sexos que proclama el arcipreste no tiene un carácter dialéctico, sino que las afirmaciones sobre las mujeres son producto de un énfasis -intelectualmente inmaduro-, de un arrebato. En esta línea también está la tendencia constante de Martínez de Toledo a generalizar en sus procesos argumentativos. En múltiples ocasiones dentro de la segunda parte, después de exponer una anécdota concreta de lo que le aconteció con una mujer, concluye diciendo que todas son de una o tal forma. Es evidente, como hemos dicho, que no dejan de ser vejaciones.
En definitiva, viendo la intención creadora de Martínez de Toledo y observando el rigor y poca seriedad con la que trata el tema de la mujer en el Corbacho, podemos deducir que no constituye los cimientos de una postura y, ni mucho menos, se puede situar como vertebral en la obra; el asunto misógino debe ser relegado a un segundo término en el análisis del texto.
Mediante esta exposición no hemos tratado de esconder el trato injusto que da el autor a las mujeres, sino enmarcarlo donde le corresponde. Es evidente desde las primeras páginas que son ellas las que reciben en mayor medida las ofensas y que abundan los comentarios desafortunados. Hay una falta de parcialidad visible tratada de remediar tímidamente en algunas ocasiones. Esto, aunque no sea principal en la obra, resulta de mal gusto desde nuestra óptica contemporánea. Más adelante señalaremos una posible causa a este desequilibrio.

2. ¿IDEALIZACIÓN DE LA MUJER?
Cárcel de amor es una obra en prosa de Diego de San Pedro, que forma parte de la gran corriente de la literatura castellana sobre el amor cortés. En lo que podríamos denominar como novela, un autor narra cómo sirvió de mensajero a un enamorado desdichado, Leriano, en su afán por conseguir galardón de Laureola, relatando todos los acontecimientos que se sucedieron por este amor imposible.
La argumentación anterior no nos es útil para analizar esta obra, al ser de ficción, aunque podemos sacar ciertas pautas para orientar el estudio: ¿cuál sería la intención del autor?, ¿cuál es la raíz de toda la acción?, ¿hasta qué punto Diego de San Pedro se propone idealizar a la mujer? Conviene distinguir dos ámbitos: el de la finalidad creadora y el de la corriente general en la que se enmarca el texto.
Dentro del propósito de entretener que tiene el autor, es innegable que se encuentra un ánimo de idealizar a la mujer, opuesto al discurso del arcipreste. Lo certifica el hecho de que al final del relato, en lo que sería el culmen y cierre de la obra, hace una exposición pormenorizada de las virtudes de las mujeres y de las razones por las que los hombres les deben un profundo respeto. Este episodio didáctico resulta disonante con el ritmo y tono del resto de la obra (y, en nuestra opinión, le hace perder interés literario), con lo que queda patente la intencionalidad expresa de San Pedro de introducirlo como elemento destacado. Aun así, Cárcel de Amor pertenece a un conjunto amplio y relevante de la producción literaria de Castilla, sobre el amor cortés, y debemos tenerlo en cuenta para situar correctamente esta intencionalidad de elevar a la mujer.
El amor cortés tiene su origen en la cultura provenzal trovadoresca que paulatinamente ejerce su influencia en las lenguas romances de la península, la valenciana y la gallega. A Castilla llegaría siglos más tarde de su nacimiento e impregnaría gran parte de su producción artística; este dominio casi absoluto es visible en los cancioneros de Baena o Stúñiga, entre otros. Las obras de carácter cortesano presentan a un caballero enamorado siervo de una dama, a la que trata de una forma casi divina y que, las más de las veces, se comporta de forma cruel con el hombre; éste, rechazado, se siente preso de ella y profundamente agitado por la imposibilidad de satisfacer su deseo.
Por tanto, la elevación de San Pedro de la mujer no es sino la continuación de una temática ya establecida; entonces, el estudio de esta idealización se debe centrar en la corriente cortesana y no solo en Cárcel de Amor. Llegamos así a una nueva cuestión, ¿supone toda esta literatura una defensa de la mujer?
Resulta notoria la imagen desmedida y tan poco real que crean los autores, de la dama; su caracterización, sus atributos y virtudes son exagerados. Llega a niveles tan deshumanizados que se nos presenta como un sujeto difuso, con cualidades divinas, merecedoras de culto; dama a la que en numerosas ocasiones solo se la menciona y no está presente. Más que a un propósito sincero de engrandecer y dignificar a la mujer, parece que esta idealización responde al sentimiento exaltado del caballero.
Y es que ella está siempre atada al enamoramiento del amador, lo cual es paradójico; su valor se pierde sin él. Obsérvese que cuando da Leriano veinte razones por que los ombres son obligados a las mujeres [4], dieciséis están directamente vinculadas con el tema amoroso, de las cuales ellas son objetos principales, y no sujetos; en estos procesos amatorios las descripciones de la mujer son tan estáticas que despersonalizan. ¿Hay un aprecio real, sano y justificado en estas palabras? Podrás decir que cómo pensé escrevirte: no te maravilles, que tu hermosura causó el afición, y el afición el deseo, y el deseo la pena, y la pena el atrevimiento; y si porque lo hize te pareciere que merezco muerte, mándamela dar, que muy mejor es morir por tu causa que bevir sin tu esperança [5].
Así también sucede con el resto de argumentos desvinculados, en principio, del amor, que se centran en enumerar una serie de mujeres históricas que fueron capaces de mantener su virginidad ante situaciones de acecho, o que fueron fieles a sus maridos. Quizás las únicas referencias afortunadas sobre la dignidad de la mujer, perdidas entre ingentes alabanzas profanas, son aquellas que recuerdan que ellas son criaturas de Dios, al igual que los hombres, y a su vez, que todo hombre proviene de mujer.
Entendemos, concluyendo, que el centro vital del amor cortés y, por tanto, de Cárcel de amor, es el enamoramiento apasionado; no es lo femenino ni la reivindicación de su dignidad, pues ellas son tratadas como objeto de un deseo exaltado, que lleva a la idealización.
3. IDEALISMOS
Si, entonces, misoginia e idealización de la mujer no son los pilares del Corbacho y Cárcel de amor debemos estudiar cuáles lo son.
En el caso del segundo libro, hemos dejado encauzada ya la interpretación de su sentido: sentimiento exaltado, idealización desmedida, enamoramiento. Todo nos lleva a la reivindicación de lo terrenal. La pasión y el juego amatorio están teñidos de las virtudes cristianas como la fe o la caridad, pero no son sino ecos de una cosmovisión cristiana medieval. Las virtudes se proyectan de una forma exclusiva hacia la amada, perdiendo por completo su sentido religioso. Por lo demás, las referencias de los protagonistas a Dios parecen también superfluas, pues son incoherentes con su comportamiento -especialmente con el del enamorado.
No supone un ataque directo al cristianismo, a Dios, pero sí se ahoga el espacio que el hombre le debe reservar a Él, hasta tal punto que el acto de amor más elevado que nos enseña la Revelación, dar la vida por el otro, se transforma en un paso más del juego enamorado. Por un lado vulgariza la trascendencia del ser humano y, por otro, lo omite conscientemente. El sentimiento platónico baja a la tierra: la Belleza que ahora contempla el caballero es solo la de su dama.
En el polo opuesto, la obra de Martínez de Toledo. El amor cortés era algo ampliamente representado en el arte, lo que inequívocamente nos traslada a una mentalidad en la época también generalizada. Ésta, que tiene como efecto el olvido de lo trascendental o su omisión consciente, debió preocupar a los clérigos. Una manifestación de ello es el Corbacho.
El arcipreste reacciona con gran rechazo contra el amor cortés [6] y es esta actitud de ataque indiscriminado la que genera gran parte de la polémica u oscuridad en la obra. Son varios los puntos que se ven envueltos en ella: la visión utilitaria del cristianismo, la perspectiva cerrada del amor y el ataque a las mujeres. En cuanto a lo primero, su predicación religiosa viene fundada en varias ocasiones con sentencias como: mira y vee quántos daños de locamente amar provienen, por donde non solamente el tal pierde la vida perdurable, mas cobra las penas infernales [7]. En otros casos advierte de que la buena imagen entre los vecinos o la prosperidad del hombre dependen de huir del loco amor. Esto no parece tanto el fundamento filosófico del autor sino un medio didáctico para alarmar contra una mentalidad determinada.
Luego, cabe pensar que el arcipreste desprecia el amor terrenal en favor del divino, pues abundan las afirmaciones sobre el sinsentido del primer amor, su engaño y vacío. Todas ellas son producto del rechazo del autor hacia un determinado uso del amor, pero de ningún modo suponen un tratado sobre él. Más aún, en ocasiones, recula exponiendo una visión enriquecedora: Por quanto, quiero que sepas que es menester que el que amare o amar quisiere -segund el mundo e tiempo moderno de hoy [8] - que sea muy presto, ombre muy fuerte de coraçón e constante, sin sospecha, animoso, amoroso, donoso, non enojoso, franco, cortés, mesurado, liberal, osado, ardido, entendido, esforçado, para mucho, en gentileza entremetido [9]. Se entiende, pues, que Martínez de Toledo no defiende un único amor hacia Dios, sino también entre hombres y mujeres; sus múltiples sentencias que lo contradicen son debido a su uso poco riguroso de la generalización, que responde, a su vez, a la reacción clerical -enérgica- contra el amar desordenado.
De igual manera sucede con el trato injusto que da a la mujer. Recordemos que en la literatura cortesana la dama es el centro del cosmos para el enamorado, la sitúa en un altar, ofreciéndole un culto divino. Aparte de una mentalidad medieval que infravalorare a la mujer -de la que no podemos tratar, pues desconocemos el tema [10] -, parece razonable que el arcipreste, en su actitud destemplada, deje en peor posición a esa misma dama. No intentamos reducir el ataque a lo femenino en el Corbacho a lo meramente circunstancial, pero sí cabe señalar que este trato injusto se enmarca en una actitud concreta -anti cortesana- sin que haya lugar a extrapolarlo a una concepción cristiana de la mujer.
Estos aspectos ennegrecen la obra, revistiéndola con un tono negativo y desagradable, pero sería necesario separar lo que piensa el arcipreste de lo que dice; separar su cosmovisión, de su protesta moralizadora, como cuando una madre arremete contra su hijo revoltoso, pero después del enfado deja entrever que lo único que guarda hacia él es amor. Discernimos el arrebato del pensamiento maduro del autor a través de breves líneas templadas donde, tras arremeter con fuerza contra algo que ve odioso, se retrae, parece pedir perdón por sus comentarios violentos, acepta por un momento a la parte contraria, y se llena de serenidad [11]. Veamos un ejemplo: Pero, pues que de las mugeres mal usantes en común algund tanto he dicho, de nesçesario es que los términos e propuçiones se conviertan, e que non digan que fue manera de mal dezir e mal hablar dellas, non fablando de los ombres malos que se fallan en este mundo -por nuestros pecados infinitos- [...] antes confieso mi culpa e con uno de los que dixere quiero ser contado por pecador e errado [12]. También leemos al final de la obra, en una especie de epílogo, su disculpa por la forma en la que ha hablado, entre otros, de las mujeres.
Uno de los capítulos más bellos y que sintetizan ese pensamiento maduro del arcipreste de Talavera es en el que narra el encuentro entre la pobreza y la fortuna, ambos personificados. La victoria de una Pobreza débil, pequeña y harapienta sobre una Fortuna voluptuosa, altiva y acaparadora muestra su ideal ascético. El hombre y la mujer son peregrinos en esta tierra -homo viator- y su tarea más noble y trascendental es la de desprenderse de todo lo que les ata a ella, para alzar el vuelo al Cielo. Es un ideal platónico también, por el que, librada el alma, meresçamos ser dignos de entrar con Él en aquella fiesta tan maravillosa, e en aquel convite tan preçioso de aquellas sanctas e benditas bodas de la gloria de paraíso para siempre jamás [13].
4. CONCLUSIÓN
Dos polos están en latitudes opuestas, pero son simétricos. Así ocurre con Cárcel de amor y el Corbacho. El idealismo común en ambos les hace proclamar la grandeza de lo que tienen ante sus ojos; su mirada lúcida atrapa la belleza de Dios o de sus criaturas. Pero en esta contemplación, absortos, se olvidan de lo que hay a su alrededor, el resto les resulta extraño, les incomoda pues les parece ensombrecer aquello que les tiene tan maravillados; otro camino que no sea el que les lleve a su Bien lo aborrecen. Son dos polos que encarnan el alma castellana: altiva y enamorada, a la que le cuesta encontrar el nexo de unión entre lo que le hace palpitar a ella y lo que mueve a la del otro.
*CITAS
1. Martínez de Toledo, Alfonso, Arcipreste de Talavera o Corbacho, Ed. CATEDRA Letras Hispánicas, Madrid, 1998. Edición de Michael Gerli. Pág. 95.
2. Ibíd. Pág. 80
3. Ibíd. Pág. 110
4. De San Pedro, Diego, Cárcel de amor. Arnalte y Lucenda. Sermón. Ed. CATEDRA Letras Hispánicas, Madrid, 1995. Edición de José Francisco Ruiz Casanova. Pág. 135.
5. Ibíd. Pág. 80.
6. Como bien señala en numerosas ocasiones Michael Gerli en su edición a la obra.
7. Martínez de Toledo, Alfonso, Arcipreste de Talavera o Corbacho. Pág. 141.
8. Con esta aclaración, no hay duda de que se referirá al amor terrenal, entre hombre y mujer.
9. Martínez de Toledo, Alfonso, Arcipreste de Talavera o Corbacho. Pág. 222.
10. De todas formas, es evidente que esa actitud despectiva hacia la mujer existía más allá del amor cortés o lo religioso (existe, en nuestra opinión, a partir de la soberbia), pero este asunto quedaría para otra ocasión.
11. Este esquema arrebato-mesura no es casual, a lo largo de toda la obra, al cerrar cada parte, se desdice de las categorizaciones imparciales y acepta tímidamente una posición alterna.
12. Martínez de Toledo, Alfonso, Arcipreste de Talavera o Corbacho. Pág. 202.
13. Ibíd. Pág. 303.